Perpetua vigilancia
I
Desde la noche,
sentado en el insomnio
como astuta águila vigilo el vaivén del mar
el va y ven del tiempo,
permanezco alerta al murmullo de los dioses.
A lo lejos,
diviso la voz ulterior de mi pasado.
Mutilado del sueño,
arrancado el cuerpo de las cobijas,
soy un búho que se contempla ante el espejo:
las palabras.
Ya desposeído de mí,
Camino autómata el que tienden,
Y enfrente es atrás
y atrás soy yo enarbolado en la inocencia.
II
Lavo las paredes de una casa vieja
Y del polvo se levanta
una callecita con sus vecinos,
sus perros,
mis pelotas,
los cristales rotos.
Del rosal,
El perfume invade los muros enlamados de mi alma
Y entonces el jardín es más claro
Y veo caracoles recorrerlo,
Y juego a las canicas con las cochinillas,
Y vuelvo a cortarme las manos al subir la alambrada.
De la noche buena brota la savia como leche,
Entonces ya no se si es vaca o noche buena
O las gotas de mi sangre
O el aliento rojo de dios que me ve jugar con sus muñecos.
III
Me escurre la nariz,
La fiebre me acompaña en mi visión
De aquel niño descalzo construyendo casitas en el suelo.
Estoy dispuesto a disecar los soldaditos
Para que nunca tengan que morir.
IV
Alguien llama,
Es el abuelo con su larga cabellera calva,
Trae su vieja cámara de cine,
Viene por mí,
Pulgarcito soy entonces
Pero nunca pulgarcito.
Las promesas son promesas con la muerte.
V
Veo pasar a mi padre en muletas
Apoyado en sus últimos días,
La venda de una pierna que no existe le sangra,
No entiendo bien,
La sangre es como la alfombra roja de la casa,
Lo inunda todo.
VI
Mi infancia fue infantil hasta los cinco años,
Cinco años tenía cuando murió mi padre,
Cinco los dedos de la pierna que le faltaba,
Cinco él y sus enfermedades,
Cinco los años que pase sin llorar
Y cinco las lágrimas que hoy lloro.
Cinco los días que no dejó llover,
Cinco sin contar las noches que me falta,
Cinco sin correr a buscarle,
Cinco sin comer,
Sin condición humana,
Sin conmiseración,
Sin corazón.
cinco veces hinco mi voz,
esperando que me escuche.
VII
Así quedamos dos y medio,
Yo,
Mi hermana
Y la mitad de mi madre
Que no se fue con él
Cuando lo enterraron.
José Pulido
I
Desde la noche,
sentado en el insomnio
como astuta águila vigilo el vaivén del mar
el va y ven del tiempo,
permanezco alerta al murmullo de los dioses.
A lo lejos,
diviso la voz ulterior de mi pasado.
Mutilado del sueño,
arrancado el cuerpo de las cobijas,
soy un búho que se contempla ante el espejo:
las palabras.
Ya desposeído de mí,
Camino autómata el que tienden,
Y enfrente es atrás
y atrás soy yo enarbolado en la inocencia.
II
Lavo las paredes de una casa vieja
Y del polvo se levanta
una callecita con sus vecinos,
sus perros,
mis pelotas,
los cristales rotos.
Del rosal,
El perfume invade los muros enlamados de mi alma
Y entonces el jardín es más claro
Y veo caracoles recorrerlo,
Y juego a las canicas con las cochinillas,
Y vuelvo a cortarme las manos al subir la alambrada.
De la noche buena brota la savia como leche,
Entonces ya no se si es vaca o noche buena
O las gotas de mi sangre
O el aliento rojo de dios que me ve jugar con sus muñecos.
III
Me escurre la nariz,
La fiebre me acompaña en mi visión
De aquel niño descalzo construyendo casitas en el suelo.
Estoy dispuesto a disecar los soldaditos
Para que nunca tengan que morir.
IV
Alguien llama,
Es el abuelo con su larga cabellera calva,
Trae su vieja cámara de cine,
Viene por mí,
Pulgarcito soy entonces
Pero nunca pulgarcito.
Las promesas son promesas con la muerte.
V
Veo pasar a mi padre en muletas
Apoyado en sus últimos días,
La venda de una pierna que no existe le sangra,
No entiendo bien,
La sangre es como la alfombra roja de la casa,
Lo inunda todo.
VI
Mi infancia fue infantil hasta los cinco años,
Cinco años tenía cuando murió mi padre,
Cinco los dedos de la pierna que le faltaba,
Cinco él y sus enfermedades,
Cinco los años que pase sin llorar
Y cinco las lágrimas que hoy lloro.
Cinco los días que no dejó llover,
Cinco sin contar las noches que me falta,
Cinco sin correr a buscarle,
Cinco sin comer,
Sin condición humana,
Sin conmiseración,
Sin corazón.
cinco veces hinco mi voz,
esperando que me escuche.
VII
Así quedamos dos y medio,
Yo,
Mi hermana
Y la mitad de mi madre
Que no se fue con él
Cuando lo enterraron.
José Pulido
1 comentario:
Es muy poco lo que puedo decir para tanto poema.
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