(Una reseña)
Hace un par de meses cuando trataba de poner orden entre libros, películas y discos, mi hijo sorprendido me preguntaba sobre uno y otro cantante que decía no tenía idea de quién era. En medio de algún pasaje que creía olvidado, le decía también las razones del porqué había adquirido ese o aquel otro disco. Entre otras cosas que salían al alimón, me comentó porqué razón tenían tantos discos de intérpretes españoles, algo que en otro momento también me había comentado. Tratando de encontrar argumentos razonables, terminé por decir, que en México aún no me tropezaba con alguien capaz de sorprenderme por la propuesta de su obra, que había uno que otro con algunas pinceladas pero que a la larga su trabajo solía ser inconsistente.
Total que no creo lo haya convencido, pero entre los ejemplos de esos españoles, estaba la obra de un cantante español llamado Ismael Serrano, quien tras una década y con treinta y tantos años de vida, ha logrado mostrarse como un cantautor con cualidades tan parecidas a muchos otros ya considerados como históricos u obligados entre quienes ya corremos los cuarenta años (aun cuando no hayamos crecidos con el “Yesterday, pero admiramos a quienes nacieron en el 56).
En su último disco intitulado “Sueños de un hombre despierto”, Ismael Serrano nos entrega 13 cortes en los que despliega no sólo un oficio que continúa consolidándose, sino que vuelve a observar aquellas pequeñas cosas del todos los días para explorar en sus emociones tanto como en el trazo en sus formas discursivas; las mismas que permiten ofrecer relatos que en la brevedad de sí mismas, permiten comprender buena parte de la grandeza del mundo. En medio del grito, del dolor, de la esperanza, cada una de las canciones, permite al escucha explorar terrenos líricos en donde metáforas, conceptos, palabras, suelen resignificar formas expresivas, sea por el uso de algún pasaje mitológico (“Casandra” es la excusa amorosa para seguir creyendo en ella), que por el pasaje de algún relato futurístico (“Habitantes de Alfa-Centauro encuentran la sonda Voyager”, es un temprano acto reflexivo sobre el futuro de la humanidad); incluso al diagnosticar los tiempos de turbulencia citadina (“Si se callase el ruido”, es la ocasión para darse cuenta que tras el mucho ruido de fondo, aún puede quedar una pizca de esperanza).
Si bien llegué a pensar que con “Sueños de un hombre despierto”, Ismael Serrano alcanzaba su madurez, ahora debo decir es maduro pero no alcanza la calidad ni nos provee de los estados emocionales, como tampoco recrea los paisajes de su anterior combo “Naves ardiendo más allá de Orión”. Con este disco que presentará justo cuando en el Auditorio Nacional actuaba el mítico Bob Dylan (algo que agradeció a los poco menos de dos cientos invitados que lo acompañaron para tal ocasión), sus seguidores podrán sumar más, aun cuando es un trovador que no da concesiones a quien lo escucha (de allí que se agradezca las 14 notas al pie de canción, que permiten otro tipo de diálogo con el escucha, quien en las primeras oídas puede encontrase con términos de los que no tenga referencia).
Como casi siempre suele ser el tamiz en sus letras, el lugar de inspiración y proyección es la ciudad, en la que personajes, situaciones, anécdotas, son la ocasión para hurgar melódicamente: “Canción de amor y oficina” salda la cuenta pendiente con un amor para el que no se ha tenido tiempo tras las intensas jornadas laborales; “Somos” es un acto de introspección y de vuelta sobre lo andado, para seguir pensando en utopías y otros mundos posibles; “Zamba del emigrante” (a dúo con Mercedes Sosa), es el perenne interés del cantautor por hablar de quienes llegan a España venidos del Sur, del Este o del Oeste para reinventar una vida con todo y maleta de sueños; “Testamento vital”, es el relato de dos eternos amorosos que tras su truene tienen que reconocer otros alientos de vida.
Por supuesto que como ocurre en toda obra, este físico-matemático de formación pero enamorado de la música, en la que siempre vio un Principio de incertidumbre –según narra en el disco del mismo nombre-, es un material multi-referenciado, en el que no sólo aparecen guiños, homenajes, sino también citas a cantantes que siempre ha reconocido forman parte de sus aprendizajes: los Serrat, los Sabina, los Aute, los Víctor Manuel, los Rodríguez, los Milanés, tal como se revela en canciones como “Sesión continua”, “Canción para un viejo amigo” o en “Te conocí”; incluso autor-referenciado (tan común a la obra sabiniana), pues si en algún disco pudo haber hecho un trazo anecdótico, aquí termina por convertirlo en canción, tal es el caso de “Casandra”.
El resto de la obra lo completa, “Nana para un niño indígena”, “Amores imposibles”, “Para médicos y amantes”, son canciones en las que juega con otras maneras de ponerle nombre a las cosas: en la primera, de muchas formas le pide a los “otros” niños del mundo, que continúen soñando, que esa edad lo demanda; en la segunda, un autor omnisciente observa la vida de un homosexual y una prostituta, no tanto sus correrías como sus truncadas expectativas amorosas; en la última, vuelve sobre el desamor, cuando el silencio abre el camino para una separación anunciada.
En fin, que el disco “Sueños de un hombre despierto” de Ismael Serrano puede ser la ocasión para dejarse acompañar unos minutos por una obra letrística, de un cantante que muchos ya comparan con otros de la vieja guardia. Y sí, ese dejo nostálgico que proyecta en su voz, recuerda al maese Serrat, pero también que en su línea melódica, esta más cerca de Aute o del mismo Rodríguez… pero es Serrano.
Hace un par de meses cuando trataba de poner orden entre libros, películas y discos, mi hijo sorprendido me preguntaba sobre uno y otro cantante que decía no tenía idea de quién era. En medio de algún pasaje que creía olvidado, le decía también las razones del porqué había adquirido ese o aquel otro disco. Entre otras cosas que salían al alimón, me comentó porqué razón tenían tantos discos de intérpretes españoles, algo que en otro momento también me había comentado. Tratando de encontrar argumentos razonables, terminé por decir, que en México aún no me tropezaba con alguien capaz de sorprenderme por la propuesta de su obra, que había uno que otro con algunas pinceladas pero que a la larga su trabajo solía ser inconsistente.
Total que no creo lo haya convencido, pero entre los ejemplos de esos españoles, estaba la obra de un cantante español llamado Ismael Serrano, quien tras una década y con treinta y tantos años de vida, ha logrado mostrarse como un cantautor con cualidades tan parecidas a muchos otros ya considerados como históricos u obligados entre quienes ya corremos los cuarenta años (aun cuando no hayamos crecidos con el “Yesterday, pero admiramos a quienes nacieron en el 56).
En su último disco intitulado “Sueños de un hombre despierto”, Ismael Serrano nos entrega 13 cortes en los que despliega no sólo un oficio que continúa consolidándose, sino que vuelve a observar aquellas pequeñas cosas del todos los días para explorar en sus emociones tanto como en el trazo en sus formas discursivas; las mismas que permiten ofrecer relatos que en la brevedad de sí mismas, permiten comprender buena parte de la grandeza del mundo. En medio del grito, del dolor, de la esperanza, cada una de las canciones, permite al escucha explorar terrenos líricos en donde metáforas, conceptos, palabras, suelen resignificar formas expresivas, sea por el uso de algún pasaje mitológico (“Casandra” es la excusa amorosa para seguir creyendo en ella), que por el pasaje de algún relato futurístico (“Habitantes de Alfa-Centauro encuentran la sonda Voyager”, es un temprano acto reflexivo sobre el futuro de la humanidad); incluso al diagnosticar los tiempos de turbulencia citadina (“Si se callase el ruido”, es la ocasión para darse cuenta que tras el mucho ruido de fondo, aún puede quedar una pizca de esperanza).
Si bien llegué a pensar que con “Sueños de un hombre despierto”, Ismael Serrano alcanzaba su madurez, ahora debo decir es maduro pero no alcanza la calidad ni nos provee de los estados emocionales, como tampoco recrea los paisajes de su anterior combo “Naves ardiendo más allá de Orión”. Con este disco que presentará justo cuando en el Auditorio Nacional actuaba el mítico Bob Dylan (algo que agradeció a los poco menos de dos cientos invitados que lo acompañaron para tal ocasión), sus seguidores podrán sumar más, aun cuando es un trovador que no da concesiones a quien lo escucha (de allí que se agradezca las 14 notas al pie de canción, que permiten otro tipo de diálogo con el escucha, quien en las primeras oídas puede encontrase con términos de los que no tenga referencia).
Como casi siempre suele ser el tamiz en sus letras, el lugar de inspiración y proyección es la ciudad, en la que personajes, situaciones, anécdotas, son la ocasión para hurgar melódicamente: “Canción de amor y oficina” salda la cuenta pendiente con un amor para el que no se ha tenido tiempo tras las intensas jornadas laborales; “Somos” es un acto de introspección y de vuelta sobre lo andado, para seguir pensando en utopías y otros mundos posibles; “Zamba del emigrante” (a dúo con Mercedes Sosa), es el perenne interés del cantautor por hablar de quienes llegan a España venidos del Sur, del Este o del Oeste para reinventar una vida con todo y maleta de sueños; “Testamento vital”, es el relato de dos eternos amorosos que tras su truene tienen que reconocer otros alientos de vida.
Por supuesto que como ocurre en toda obra, este físico-matemático de formación pero enamorado de la música, en la que siempre vio un Principio de incertidumbre –según narra en el disco del mismo nombre-, es un material multi-referenciado, en el que no sólo aparecen guiños, homenajes, sino también citas a cantantes que siempre ha reconocido forman parte de sus aprendizajes: los Serrat, los Sabina, los Aute, los Víctor Manuel, los Rodríguez, los Milanés, tal como se revela en canciones como “Sesión continua”, “Canción para un viejo amigo” o en “Te conocí”; incluso autor-referenciado (tan común a la obra sabiniana), pues si en algún disco pudo haber hecho un trazo anecdótico, aquí termina por convertirlo en canción, tal es el caso de “Casandra”.
El resto de la obra lo completa, “Nana para un niño indígena”, “Amores imposibles”, “Para médicos y amantes”, son canciones en las que juega con otras maneras de ponerle nombre a las cosas: en la primera, de muchas formas le pide a los “otros” niños del mundo, que continúen soñando, que esa edad lo demanda; en la segunda, un autor omnisciente observa la vida de un homosexual y una prostituta, no tanto sus correrías como sus truncadas expectativas amorosas; en la última, vuelve sobre el desamor, cuando el silencio abre el camino para una separación anunciada.
En fin, que el disco “Sueños de un hombre despierto” de Ismael Serrano puede ser la ocasión para dejarse acompañar unos minutos por una obra letrística, de un cantante que muchos ya comparan con otros de la vieja guardia. Y sí, ese dejo nostálgico que proyecta en su voz, recuerda al maese Serrat, pero también que en su línea melódica, esta más cerca de Aute o del mismo Rodríguez… pero es Serrano.
3 comentarios:
Me encuentro en los veintes aún, también admiro a los nacidos en el 56.
Tuve la fortuna de crecer con música de Serrat, mi padre lo escuchaba siempre, cuando escuché al porqué no decirlo guapo y talentoso Serrano, dije es Serrat cuando cantaba en el álbum Mediterráneo.
Ummm a mí me gusta mucho Qué andarás haciendo ahora y Vértigo.
Sobre quien anda en los veinte, efectivamente la canción Que andarán haciendo ahora lo que pudiera adjetivarse como "linda", canción, aunque quienes andamos en los 40, escuchar aquella que dice "Allí donde quiero volver...", ufff.
Saludos
Genaro, invariablemente no podría estar más de acuerdo. Ismael Serrano es uno de los consentidos. Te mando un saludo y un abrazo
Pepe Pulido
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