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.....................................................................Para Nicté-Há.
Después de ser cortado por filosas navajas y sometido a rigurosas pruebas de fuego y agua, volvió a crecer como hierba de monte; grueso y tupido. Nació más negro, y creció largo, rebelde, indomable y brillante, como un rayo de luz impacible en la oscuridad. Se mostraba alocado e indómito. Relucía, no dejaba de crecer, y desafió con éxito los cepillos más caros y baratos del mercado, de madera, de plástico, de metal: la larga cabellera ondulada parecía renacer con especial contundencia sin dejarse cepillar.Su dueña se había cortado hace meses hasta la última mecha de pelo cuando en enero la atacó una extraña depresión. Fue el único sentimiento que tuvo cuando caminó sola, sin tener a nadie con quien andar las húmedas calles, cuando los cafés, las ventanas, la lluvia, y el mar perdieron toda su fuerza al terminar una relación amorosa de más de cuatro años. Desaparecer sus cabellos resultó la mejor forma de combatir el insomnio, los extraños sueños, las visitas que la torturaban por el recuerdo del aroma que él dejó tejido en su colchón. Y así con el cabello corto, comenzó a tener paz. Después de cortarlo tuvo que enfrentarse a las preguntas: por qué tan corto, por qué un cambio 'de look' tan repentino, por qué había cometido tan cruento crimen que ahora revelaba con mayor claridad su pequeña cabeza y sus grandes orejas. Ella no respondía, su mirada lánguida, su pérdida de peso, y sus enormes ojos se abrían confundidos en respuesta a todos quienes la vieron por aquellos días de enero sin su larga cabellera.
Pero ahora sus largos cabellos crecían sin reparo, hermosos, y brillantes. No había cómo detenerlos.Parecía que un hechizo se había adueñado de su cabeza, pues una tupida melena, larga y ensortijada nacía abundante sobre ella. Alguien le contó que los cabellos eran una especie de maceta para el alma. Cuando se quedó sin alma decidió que la maceta no tenía caso, y los cortó. Pero al paso de los meses, sus cabellos regresaron enloquecidos, sedientos, y alborotados fueron llenando hasta el último rincón de su cuero cabelludo. Parecía que las navajas que un día asesinaron millones de rizos, le habían dado fuerzas a su cabeza para que volvieran a crecer al triple que cuando fueron cortados. Entonces ella empezó a tejer hamacas con sus cabellos, a columpiar sueños, acunó caricias, inventó millones de peinados, volvió a sonreir y se desató hasta el último pelo, dejándolo rebelde, negro, indómito. Inició a caminar segura, aprendió a olvidar las penas y ahuyentó los sueños indescifrables que la despertaban por las madrugadas. Los días de lluvia le gustaba salir a mojarse, se enredaba con flores, arena y viento y un arcoiris, formado por el resplandor del sol y agua, nacía entre su larga cabellera. Fue entonces cuando aprendió a ser feliz y a enamorarse de los momentos. De las cerezas atravesando su lengua, de los atardeceres en los desiertos de sus pensamientos, de la sensación orgásmica de subirse a un avión que cruzaría montañas, universos de agua y de luz que la llevaban a mundos nuevos. Aprendió a dar refugio a grillos, hormigas, arañas, mujeres y hombres perdidos de tristeza en su nuevo universo de cabellos rebeldes. Secó infinidad de lágrimas de almas desconsoladas y sirvió de hamaca para quien deseara un pleno descanso a las orillas del mar.Comprendió que la alegría se enriquece más compartiendo. Que los momentos gratos son mayores cuando más de una persona se beneficia de los mismos. Y que la vida intensa, como si fuera el último día, es más sabrosa que la pasividad y precaución obstinada en cada acto.
Una gárgola lejana y vieja llegó un día a vistarla. Hasta el viejo mundo llegaban noticias de una famosa mujer con mágicos cabellos. La intrépida gárgola decidió olvidar las millones de olas que separaban su aburrido castillo del universo que podría esperarle lejos.Cuando atravesó las mareas más profundas, las islas más bellas, y logró llegar, ella había muerto. Eran los días de su entierro. El pueblo lloraba triste la pérdida de la mujer de largos cabellos y mágicos consuelos. Nadie entendió el diagnóstico médico, nadie constató los motivos de su muerte. Fue velada, entre música, incienso, velas, y millones de almas que se acunaron en su larga cabellera el día de su muerte. La gárgola decepcionada se quedó a contemplar su rostro entumecido, y sus ojos cerrados para siempre. Dicen que el cabello de ella siguió creciendo, y creciendo, renaciendo de diversas formas y colandose en los días de viento por las ventanas de todas aquellas personas que conocieron sus poderosos remedios. En París, en la Basílica del Sagrado Corazón, iglesia que año con año sirve de referencia para millones de viajeros que peregrinan por todo el mundo, encontraron una extraña y larga trenza de cabellos negros con un peso de 5 kilos. No supieron a quién atribuirla, si a una virgen, o alguna monja que ofreció su cabellera a Dios. Lo cierto es que ahora, en la plaza del cerro, al lado de la Basílica, existe una especie de imán que atrae a todo tipo de artistas, bohemios, y personas que viajan por el mundo. Dicen que desde que la larga trenza fue dada a conocer públicamente se ejerció una misteriosa atracción al lugar de poetas, artistas y acontecen sucesos extraños. Al lado de la trenza se encontró una gárgola de piedra con los ojos dormidos. Dicen que aquella gárgola, un día tuvo vida, y robó los cabellos de la única mujer de la cual se enamoró, y arriesgándolo todo, pues era muy vieja para volar y el peso de la cabellera era mucho para sus cansados brazos, cruzó el Atlántico entero con la trenza, como prueba del más puro amor hacía alguien que no pudo conocer pero que le había dejado enamorado al contemplar su eterno sueño.
Gárgola de piedra y la trenza oscura permanecen unidas. La locura de los cabellos, y el amor encarnado en aquella extraña criatura quedaron en la tradición oral de las personas viejas, que cuentan de aquella mujer de largos cabellos y de la gárgola enamorada que dio su vida por tener lo más valioso que dio aquella mujer que con su cabello acunó la vida.
.....................................................................Para Nicté-Há.
Después de ser cortado por filosas navajas y sometido a rigurosas pruebas de fuego y agua, volvió a crecer como hierba de monte; grueso y tupido. Nació más negro, y creció largo, rebelde, indomable y brillante, como un rayo de luz impacible en la oscuridad. Se mostraba alocado e indómito. Relucía, no dejaba de crecer, y desafió con éxito los cepillos más caros y baratos del mercado, de madera, de plástico, de metal: la larga cabellera ondulada parecía renacer con especial contundencia sin dejarse cepillar.Su dueña se había cortado hace meses hasta la última mecha de pelo cuando en enero la atacó una extraña depresión. Fue el único sentimiento que tuvo cuando caminó sola, sin tener a nadie con quien andar las húmedas calles, cuando los cafés, las ventanas, la lluvia, y el mar perdieron toda su fuerza al terminar una relación amorosa de más de cuatro años. Desaparecer sus cabellos resultó la mejor forma de combatir el insomnio, los extraños sueños, las visitas que la torturaban por el recuerdo del aroma que él dejó tejido en su colchón. Y así con el cabello corto, comenzó a tener paz. Después de cortarlo tuvo que enfrentarse a las preguntas: por qué tan corto, por qué un cambio 'de look' tan repentino, por qué había cometido tan cruento crimen que ahora revelaba con mayor claridad su pequeña cabeza y sus grandes orejas. Ella no respondía, su mirada lánguida, su pérdida de peso, y sus enormes ojos se abrían confundidos en respuesta a todos quienes la vieron por aquellos días de enero sin su larga cabellera.
Pero ahora sus largos cabellos crecían sin reparo, hermosos, y brillantes. No había cómo detenerlos.Parecía que un hechizo se había adueñado de su cabeza, pues una tupida melena, larga y ensortijada nacía abundante sobre ella. Alguien le contó que los cabellos eran una especie de maceta para el alma. Cuando se quedó sin alma decidió que la maceta no tenía caso, y los cortó. Pero al paso de los meses, sus cabellos regresaron enloquecidos, sedientos, y alborotados fueron llenando hasta el último rincón de su cuero cabelludo. Parecía que las navajas que un día asesinaron millones de rizos, le habían dado fuerzas a su cabeza para que volvieran a crecer al triple que cuando fueron cortados. Entonces ella empezó a tejer hamacas con sus cabellos, a columpiar sueños, acunó caricias, inventó millones de peinados, volvió a sonreir y se desató hasta el último pelo, dejándolo rebelde, negro, indómito. Inició a caminar segura, aprendió a olvidar las penas y ahuyentó los sueños indescifrables que la despertaban por las madrugadas. Los días de lluvia le gustaba salir a mojarse, se enredaba con flores, arena y viento y un arcoiris, formado por el resplandor del sol y agua, nacía entre su larga cabellera. Fue entonces cuando aprendió a ser feliz y a enamorarse de los momentos. De las cerezas atravesando su lengua, de los atardeceres en los desiertos de sus pensamientos, de la sensación orgásmica de subirse a un avión que cruzaría montañas, universos de agua y de luz que la llevaban a mundos nuevos. Aprendió a dar refugio a grillos, hormigas, arañas, mujeres y hombres perdidos de tristeza en su nuevo universo de cabellos rebeldes. Secó infinidad de lágrimas de almas desconsoladas y sirvió de hamaca para quien deseara un pleno descanso a las orillas del mar.Comprendió que la alegría se enriquece más compartiendo. Que los momentos gratos son mayores cuando más de una persona se beneficia de los mismos. Y que la vida intensa, como si fuera el último día, es más sabrosa que la pasividad y precaución obstinada en cada acto.
Una gárgola lejana y vieja llegó un día a vistarla. Hasta el viejo mundo llegaban noticias de una famosa mujer con mágicos cabellos. La intrépida gárgola decidió olvidar las millones de olas que separaban su aburrido castillo del universo que podría esperarle lejos.Cuando atravesó las mareas más profundas, las islas más bellas, y logró llegar, ella había muerto. Eran los días de su entierro. El pueblo lloraba triste la pérdida de la mujer de largos cabellos y mágicos consuelos. Nadie entendió el diagnóstico médico, nadie constató los motivos de su muerte. Fue velada, entre música, incienso, velas, y millones de almas que se acunaron en su larga cabellera el día de su muerte. La gárgola decepcionada se quedó a contemplar su rostro entumecido, y sus ojos cerrados para siempre. Dicen que el cabello de ella siguió creciendo, y creciendo, renaciendo de diversas formas y colandose en los días de viento por las ventanas de todas aquellas personas que conocieron sus poderosos remedios. En París, en la Basílica del Sagrado Corazón, iglesia que año con año sirve de referencia para millones de viajeros que peregrinan por todo el mundo, encontraron una extraña y larga trenza de cabellos negros con un peso de 5 kilos. No supieron a quién atribuirla, si a una virgen, o alguna monja que ofreció su cabellera a Dios. Lo cierto es que ahora, en la plaza del cerro, al lado de la Basílica, existe una especie de imán que atrae a todo tipo de artistas, bohemios, y personas que viajan por el mundo. Dicen que desde que la larga trenza fue dada a conocer públicamente se ejerció una misteriosa atracción al lugar de poetas, artistas y acontecen sucesos extraños. Al lado de la trenza se encontró una gárgola de piedra con los ojos dormidos. Dicen que aquella gárgola, un día tuvo vida, y robó los cabellos de la única mujer de la cual se enamoró, y arriesgándolo todo, pues era muy vieja para volar y el peso de la cabellera era mucho para sus cansados brazos, cruzó el Atlántico entero con la trenza, como prueba del más puro amor hacía alguien que no pudo conocer pero que le había dejado enamorado al contemplar su eterno sueño.
Gárgola de piedra y la trenza oscura permanecen unidas. La locura de los cabellos, y el amor encarnado en aquella extraña criatura quedaron en la tradición oral de las personas viejas, que cuentan de aquella mujer de largos cabellos y de la gárgola enamorada que dio su vida por tener lo más valioso que dio aquella mujer que con su cabello acunó la vida.
argeliavillegas@hotmail.com Argelia Villegas López.Periodista.
(0034) 650803179.
1 comentario:
Que chida foto
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