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martes, mayo 13, 2008

Carolina Cruz: Gato por liebre



Gato por liebre

Gato por liebre
I
Con el fuego cifrado de sus ojos me dijo una vez el gato: “platillo de muerte, excelente bocado”. Su cuerpo, caza de misterios, extrañeza del alba, sorprendió al mío como beneficiario de la mañana.
El rayo del monte recorre las nubes y se instala en el cielo bárbaro. A mi gato le gustaba el cáliz amargo.
Era diurno y nocturno, amaba las matemáticas celestes y se dedicaba al estudio de los astros. Con frecuencia lo descubría vigilándome y esas noches un ojo de arcoíris vidriado, contemplador inflamado, insistía: “probaditas de muerte, exquisito bocado”.
Los agitados espíritus, partidarios de los velos blancos, musitaban en solitario.
El gato era malévolo e incendiario, pero tenía la decencia de conocerme o al menos se daba por enterado, y con su lengua rasposa, sus ojos rasgados y su maullar ahogado, emprendía el incendio de mi piel a diario hasta que amaneció la mujer enamorada d e los patios: cambio su rutina celeste y como sol perezoso bostezaba dejando escapar la noche a
cada rato.
Espejo de luto, copa de sol, reverso del tiempo, el gato comenzó a emprender, con una copa de sol a cada lado, eclipse de luna engolosinado.
Con ecuaciones y ensayos repetía maléfico abriendo mis pechos nocturnos al viento desesperado: “Mordisco de muerte, apetitoso bocado”. Sus matemáticas celestes empezaron a pertenecer a mundos caídos en pecado, compartía con los dioses un estado solitario.
Mi pobre gato inició un vagar perdido en el espacio, sus cuadernos de notas mostraban signos raros y buscaba enloquecido a la mujer enamorada de los patios.
Temía tener un gato nueve veces esquizofrénico a mi costado y entonces le vacié su copa en el momento preciso de bramar ahogado. Por supuesto, murió incinerado.
II
“Devora el sol final restos ya inciertos” (*)
III
La invitación al funeral fue escueta: “Habrá probaditas de liebre, excelente bocado”. Pero yo había rociado al quemadito sobre el guisado.



(*) De “Crepúsculos de la ciudad”, Calamidades y Milagros, Octavio Paz.

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