Los contenidos de las cartas que Gombrowicz nos escribió a Betelú y a mí son más o menos conocidos, los que no son conocidos son los originales de esas cartas.
Pues bien, uno de los príncipes del club de gombrowiczidas, más precisamente el Gran Ortiba, acaba de correr el velo de ese misterio y ha publicado los originales en http://www.elortiba.org/
El conjunto de cartas forman una correspondencia que empieza en 1957, un año después de que yo lo conociera, y termina en 1969, el año en que Gombrowicz se muere.
Este epistolario viene a ser algo así como la continuación del "Diario argentino", revive el estilo espontáneo y sarcástico que tenía con nosotros, y da una idea del carácter de nuestra relación espiritual y del fenómeno social que rodeó su paso por la Argentina.
Por qué un original vale más que una copia es una cuestión bastante intrincada. En el caso de la pintura el asunto es para Gombrowicz bastante claro pues le encuentra un parecido con las joyas.
Las joyas son pequeños guijarros cuyo efecto estético es casi nulo, sin embargo, se han gastado millones para tenerlas. La prueba de que esos cristales no representan la belleza es que un diamante artificial, absolutamente idéntico al diamante auténtico, sólo vale unos céntimos. Esto mismo pasa con las copias de los cuadros, el original puede valer una fortuna, en cambio la duplicación no vale nada.
De esta manera se fue formando un mercado de cuadros, como también se había formado uno de joyas y metales preciosos.
Aunque a mí no me resulta del todo clara cuál sea la diferencia entre el valor de una carta manuscrita y su versión en letras de molde, hay que admitir que existe un mercado para los originales de las cartas de los hombres de letras eminentes, así que los gombrowiczidas ahora tienen los de Gombrowicz para que los cuelguen de las paredes.
Pues bien, uno de los príncipes del club de gombrowiczidas, más precisamente el Gran Ortiba, acaba de correr el velo de ese misterio y ha publicado los originales en http://www.elortiba.org/
El conjunto de cartas forman una correspondencia que empieza en 1957, un año después de que yo lo conociera, y termina en 1969, el año en que Gombrowicz se muere.
Este epistolario viene a ser algo así como la continuación del "Diario argentino", revive el estilo espontáneo y sarcástico que tenía con nosotros, y da una idea del carácter de nuestra relación espiritual y del fenómeno social que rodeó su paso por la Argentina.
Por qué un original vale más que una copia es una cuestión bastante intrincada. En el caso de la pintura el asunto es para Gombrowicz bastante claro pues le encuentra un parecido con las joyas.
Las joyas son pequeños guijarros cuyo efecto estético es casi nulo, sin embargo, se han gastado millones para tenerlas. La prueba de que esos cristales no representan la belleza es que un diamante artificial, absolutamente idéntico al diamante auténtico, sólo vale unos céntimos. Esto mismo pasa con las copias de los cuadros, el original puede valer una fortuna, en cambio la duplicación no vale nada.
De esta manera se fue formando un mercado de cuadros, como también se había formado uno de joyas y metales preciosos.
Aunque a mí no me resulta del todo clara cuál sea la diferencia entre el valor de una carta manuscrita y su versión en letras de molde, hay que admitir que existe un mercado para los originales de las cartas de los hombres de letras eminentes, así que los gombrowiczidas ahora tienen los de Gombrowicz para que los cuelguen de las paredes.
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