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lunes, mayo 12, 2008

Varios: Cuentos brevísimos


De lugares

Utopía es un país remoto al que es imposible llegar por tierra.
Insomnio es una isla donde los culpables se exilian.
Tedio es la ciudad amurallada por el tiempo, la de milenarias tradiciones.
En Incesto sólo habita una familia.
Para llegar a Orgasmo, el viajero puede elegir uno y varios caminos a la vez.


Blanca Leonor Ocampo

Secreto

Trenzó las largas cintas de los zapatos alrededor de sus pantorrillas, se paró frente al espejo, admiró sus piernas desnudas hasta los muslos y la caída violeta del vestido sobre sus nalgas. Apretó suave el estómago con la palma de sus manos y curveó despacio la espalda para erguir más los trozos de algodón apretujados en el corpiño. En ese momento, sin nadie alrededor más que su imagen,, se gustaba, se amaba. Qué gratos los momentos de soledad completa, valía la pena esperar que la casa quedara vacía. Más cerca aún del cómplice de la ausencia, veía sus ojos enmarcados por el rímel, como quisiera que los mirara un amante. Movió en espiral las manos para hacer resaltar los anillos, y entonces tomó conciencia del reloj. Contó cinco minutos para cambiarse, pronto llegarían sus hijos, cinco minutos para retirar el brillo de los labios, llorar en el baño y remover el maquillaje, cinco minutos para despertar del sueño y volver a la pesadilla diaria, cinco minutos para guardar el vestido, los encajes, devolver los senos al botiquín y los anillos al joyero, cinco minutos para odiar de nuevo al espejo, esconderse en el clóset y recibir con un beso a su esposa.

Blanca Leonor Ocampo


Mi abuela
Para Candelaria Villada Carmona


-Los muertos precisan de tanta ocupación en soñar el Infinito como para desperdiciar su tiempo asustando a los vivos- consolaba mis incertidumbres la abuela cuando niño-. Como se desacostumbraron de cualquier maña, temen la cercanía de todo impulso con sangre caliente para evitarse caer de nuevo en las pasiones mundanas de traición o mentira. Así que, eso de andar revelando secretos entre necios e incrédulos no les va, pues la tristeza oculta es madre adulterina de infiernos, limbos y purgatorios. Contra lo que se dice por ahí, a los difuntos tampoco les duelen tesoros olvidados, soledades o penas pasadas; bastante tuvieron con el susto de la agonía como para aferrarse al fardo terrenal del compromiso. Jamás arrastran culpas, cadenas o condecoraciones. Nunca zopilotean a los vivos ni grillan a otros muertos; duermen a sus anchas en las bifurcaciones y tragan con gusto de sus ofrendas. A los muertos les encanta estar tan muertos como muy vivos a los vivos. Jamás Andan de quejumbrosos pues, ¿qué puede lamentar quien ya perdió querencia a los recuerdos vacíos? Que no te vengan con cuentos aquellos que nunca han pelado su calavera, hijito. Los difuntos ya no están para espantos propios o ajenos. A nadie jalan los pies de un mundo a otro, a nadie pierden con engaños, a nadie tratan de convencer de que están muertos. A nadie…
Eso decía mi abuela cuando hablábamos a solas, a media noche, años después de que murió viejita.

Eduardo Osorio

El Azteca

La fiesta fue en grande, como nos la prometimos: cuando logramos volar la tapa del camión blindado, adentro había seis o siete millones y un cadáver por pólvora despedazado.
Para cumplir mi parte en el asalto anduve entre pastas, hongos y pinchazos, nada de alcohol, durante varios días y la seguí después de golpe para no zurrarme de alegría: siete millones.
Leonor consiguió el estadio Azteca para reunir a la banda eufórica y el Fantasma contrató a Jaguares con todo y sonido digital. El Satanás se armó con polvos, líquidos y tabacos de mil géneros para celebrar a solas conmigo y ya para la noche del reventón me dio por distinguir cuál era la verdadera pareja de cada uno de los carnales: el Calambres llegó con el cuerno de chivo en una mano y en la otra a su abuelita; el Fantasma vino entre beso y beso de lengüita con su papá y la Leona entró puteada pero feliz del brazo de su madre.
Yo fui a lo mío: a coger como Dios manda bajo la portería sur y a consumir el cigarro de mota más largo y liberador del mundo para nunca más quemarme los dedos o el bigote.
Me sentía perfecto sobre aquella cancha, el hijo favorito de dioses y demonios, un bendito de Fortuna, el consentido de mis nueve madres, hasta que al Satanás comenzó a hinchársele el glande y quise zafarme porque dolía mucho. Y no pude. Y le dije entonces espérate cabrón. Y un culatazo me abrió la cabeza y por un instante vi la otra realidad, con sus siete policías turnándose mi cuerpo, y mi mente se regresó para siempre a la fiesta y desde entonces estoy solo bajo la portería sur del estadio Azteca.

Eduardo Osorio



Árbol que nace torcido

Era tan pudoroso que le ruborizaba la verdad desnuda.
Alejandro Ostoa


Trilingüe


La muda habla latín y arameo –lenguas muertas-. Y a señas mienta la madre.


Alejandro Ostoa

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