Matar el tiempo, dicho sea el meollo de la trama. Por ello, desatamos el nudo de la paradoja para reiniciar la historia por la parte de en medio. Posteriormente, conozcamos el principio con un hilo suelto. El final tomará definición por su propia cuenta.
El monte Ararat no resulta tan impresionante como la torre del World Trade Center en Ciudad de México. El edificio de 45 pisos, único en América Latina con un restaurante giratorio en su cúspide, lo cubre el smog y se asfixia con otra muerte el macizo que por mucho tiempo fue considerado un elefante blanco, luego que los dueños originales que imaginaron el Gran Hotel de México de la bestia inventada, cayeron en bancarrota. El gobierno requisó el inmueble y en licitación pública fue adquirido por la WTO. Actualmente, en su directorio se localizan los principales órganos de la banca mundial, las renombradas firmas transnacionales y, por supuesto, el Relojero.
Matar el tiempo toma tiempo, pero debido a que era el mismo mundo que era, el mismo mundo que se había permitido revolverse en su propio eje, por meses las mecánica celeste de Noé di Luvio no causa alarma de campanas alocadas entre los ciudadanos. Ningún medio de prensa lo echó de menos, hasta que el menor pretexto hace del infierno un tórrido verano, entonces la enorme nave antes de la marea alta es puesta bajo escrutinio. Noé empleó cien años en su construcción. Craso error, pues cuentan fiscales nocturnos que soñar se hará más caro, tendrá un impuesto y un expediente. No obstante, la misión lo hizo la celebridad. En ciertos círculos de poder, era un asunto incómodo. Vulgar ostentación. Anarquista, sinvergüenza. En otros estratos, donde el ideal es sujeto a la forma y el ritual, las influencias, las propiedades, era simplemente un herético. Pero más abajo, ah, más abajo, donde la gente siempre necesita sus santos y sus pecadores, su pan y su circo, sus héroes y villanos, él era considerado un Bolívar, un Arjuna, un Jomo Kenyatta, un elegido. De modo que el manifiesto del embarque, junto al pasaporte y el libro del Génesis fueron remitidos al Relojero y su maquinaria legal. El relojero, un viejo de espalda quebrada, aunque su escritorio lo eleva un poco más de dos metros, a menudo callado, hasta que las tareas se salen de una línea amarilla, toma cartas en el asunto. El relojero per se, el demiurgo, Excelsis Dei. Aún en los cubículos de su hieratismo, donde el temor jerárquico y el respeto eran generados, infligidos, era llamado el relojero, pero nadie lo decía de frente. Tú no pones apodos para contarlos, no cuando ese hombre es capaz de revocar tu existencia, tus minutos, tus horas, días y noches, los años de tu vida y el principio de consistencia de Novikov. Él era referido por salmos del rey David, era lo más conveniente y seguro.
-Estos documentos indican lo que se trata –comenta el relojero con genuina autoridad – pero no quién es la persona. El pasaporte proclama un nombre escrito, pero miro otro mono patético. El manifiesto contiene el mismo nombre, pero no todo que reunió en la vida. Antes de que ejercite mi revocación, háblame de ti. ¿Eres negro?
Noé no responde. Las aves siguen merodeando el arca. La embarcación de 300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto en madera de nogal, obstruye la vialidad de Paseo de la Reforma. La ley de tránsito sucumbe nuevamente en las manos del gobierno capitalino. Crece mudo el acopio de los animales del Zoológico de Chapultepec. Cada especie por pareja sacude de las patas los restos de sombra y sube el barco de la luna en los cielos. Ya se hizo tarde para que el paso de los rebaños sea coro angélico y el arco iris refugio de oro, esmeraldas y rubíes. Lucifer y el cancerbero son bienvenidos a bordo, excepto por la teoría de la selección natural y las termitas. Precisamente, la cola del cometa arremete contra la tierra y se siente el latido de las estrellas para valorar ante todo el futuro cierto. Tick tac, tick tack. El relojero, levantando la voz para ser escuchado por el resto del staff, todos los secretarios, los actuarios, los mensajeros, aún los peatones en la Avenida de los Insurgentes, condena: ¡Nada es para siempre!
La parte media queda resuelta. Este es el principio, como empieza la visión directa e introspectiva del final.
“09:15 horas. Lectura del orden del día. 09:30 horas. Lista de presentes. 10:00 horas. Instalación y discusión de proyecto con accionistas. 11:45 horas. Oración colectiva para atraer la lluvia. 12:00 horas. Lunch “. Y así continúa el resto.
“Lo sentimos, señora Sosa, pero el tiempo de inscripciones cerró el día lunes y hoy es jueves. Nada podemos hacer por su inesperado secuestro express, esas son las reglas. Tendrá usted que esperar hasta el próximo año a que salga la nueva convocatoria y solicitar nueva entrevista”. Y así continúa el resto.
“El camión con salida a Puebla del medio día, hace escala en Jalapa y Tuxtepec, pero no llega a Liliput, excepto los domingos y días festivos. El camión de paso, procedente de Villahermosa, viaja directo a Oz, excepto los martes y días festivos. El camión con salida a los bosques de Sherwood de las 00:00 horas, toca Teziutlán y Puebla”. Y así continúa el resto.
“No pude esperarte más, Raúl, tuve que irme a reclamar el trabajo al sastre inclemente que me cosió el paracaídas a la espalda para ahorrar los botones. Se suponía que debiste esperarme a las 3 de la tarde en la sala de vuelos nacionales, como acordamos y no estuviste a tiempo. Si hubieses sido puntual, ya hubiéramos…”. Y así continúa el resto.
“Atención colonos y público en general: No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Ciento veinte años serán sus días, sin derecho a prórroga”. Y así continúa el resto.
“Estimado señor Arteaga: Con motivo del movimiento de sus piezas en Q4K, incurridos en mora. Me temo que debo demandarle la rescisión del contrato y la inmediata entrega del tablero. Teniendo en cuenta el desorden de mis dos torres y la posibilidad de jaque mate. Mis abogados del despacho Gómez y Gómez se pondrán en contacto con usted muy pronto”. Y así continúa el resto.
“Dios mío, ¿Qué hora es? ¡Se nos viene el aguacero!”
Y así continúa el resto. El día veintisiete del séptimo mes se asentó el arca sobre los montes de Ararat. Pasados cuarenta días más, abrió Noé la ventana para ver cuánto habían menguado las aguas y miró este letrero de “No estacionarse” en un lugar apartado de la superficie seca. El patriarca toma el rótulo como una señal de Dios, que guarda forma de circunferencia listada. “NO” y “E”, una voz de llamado que cultiva la flor rara. La lógica es impecable. Siguieron secando los litorales hasta el mes décimo, pero Noé no pisa tierra, desde el momento que la inteligencia le llevó a sobrepasar por primera vez la idea de que el universo entero es un globo de tiempo en expansión. Éste observó el principio activo del alfiler en las agujas del reloj para provocar su estallido. Nada de nada y de tanto guardar la ropa, olvida nadar. Con o sin Noé, todos somos los favoritos del barco de la vida, enrolados por toda la duración del viaje, tenemos conciencia de las heladas brumas del futuro y registramos en nuestra memoria las rutas del pasado. Intentamos decidir el rumbo del barco. Anticipamos, predecimos y tratamos de dirigirnos a puerto seguro, pero sabemos que la corriente del tiempo –tan inasible, efímero y finito- es realmente la última frontera.
Nada.
El arca desaparece de la arteria vial en la ciudad de México.
Nada
El arca reaparece
Un satélite estacionario. En el centro de la supernova SN 2006gy, durante la explosión más brillante y energética jamás tenida en la Vía Láctea. Dicho fenómeno ocurre cuando una estrella agota su combustible y colapsa bajo su propia fuerza de gravedad. Noé y el navío son vaporizados.
Nada
El tiempo desaparece. No con un estallido, sino un largo silbido
Nada
El arca reaparece
Una mota de polvo. En el centro de la supernova SN 2006gy, durante la explosión más brillante y energética jamás tenida en la Vía Láctea. Dicho fenómeno ocurre como se explican todas las teorías sobre la vida y muerte del universo. A saber, el Big Bang, el Big Freeze, el Big Rip, el Big Crunch, el Big Mac con papas. Noé y el navío son vaporizados.
Nada
El tiempo desaparece. No con un estallido, sino un largo silbido
Nada
El arca reaparece
Un zodíaco opaco. En el centro de la supernova SN 2006gy, durante la explosión más brillante y energética jamás tenida en la Vía Láctea. Una y otra vez, sin aparente final. El relojero tuvo su venganza. Él compuso el relato como una cinta Moëbius, de modo que el tiempo de su lectura entra y sale y vuelve a entrar en el mismo inverespacio. Nuestra idea de perpetuo puede ser fijada a la suerte de Noé y su bodega calafateada con brea para que se repita la eternidad. Al menos, diez millones veces la duración de una calpa, la edad de Shiva en la trinidad hindú. Y después, el vacío. Ay de tí, mortal lleno de asombro y vaporizado una y otra vez. Sin solución a tu tormento, sin solución a tu horror.
Nada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario