Roberto Cobo como el Jaibo en Los olvidados de Luis Buñuel (México, 1950).
El olvido desapercibido de Guillermo del Toro
El espinazo del diablo (2001) del director mexicano Guillermo del Toro es una historia original escrita por el mismo Del Toro, Antonio Trashorras y David Muñoz. De acuerdo con la sinopsis oficial[1], la película narra la siguiente historia:
España, finales de los años 30, Carlos, un niño de 12 años es abandonado por su tutor en el orfanato de Santa Lucía. El colegio esconde a los largo de sus pasillos sombríos, una serie de relaciones viciadas entre los adultos que viven ahí: Carmen la directora, Casares un maduro profesor, Jacinto el agresivo portero y Conchita, una joven maestra.
Desde su primer día en Santa Lucía, ante los aterrorizados ojos de Carlos comenzará a aparecer, una y otra vez, la imagen de un niño cadavérico que tratará persistentemente de comunicarse con él. Carlos no tardará mucho en sospechar que este susurrante espectro infantil de intenciones nada claras es, en realidad, el fantasma de un antiguo alumno, desaparecido hace tiempo en circunstancias misteriosas. Sediento de venganza, el espíritu intentará utilizar al nuevo interno para saldar la sangrienta deuda pendiente con su asesino.
Todas las críticas y reseñas de los medios más importantes a nivel mundial en cuanto a cine se refiere aclaman la película como una gran cinta de horror. Mas tarde, los premios y nominaciones en diversos festivales alrededor del mundo lo reafirmarían. En México la película es bien recibida, tratándose de un compatriota talentoso que ha triunfado en el extranjero. No cabe duda que el género le ayuda en la taquilla y lo demás es historia. Sin embargo, pasa desapercibida la posible adaptación o referencia a una de las grandes películas de todos los tiempos: Los olvidados del cineasta español Luis Buñuel.
El surrealista y director de cine español Luis Buñuel se establece en México (previamente estuvo en Francia y Estados Unidos) en 1946, luego de venir huyendo de los problemas causados por la Guerra Civil Española. Filma Los Olvidados en 1950, escrita por él y Luis Alcoriza, con la colaboración de Max Aub y Pedro de Urdimalas. La sinopsis de la película es la siguiente:
El Jaibo, un adolescente, escapa de la correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Junto con Pedro y otro niño trata de asaltar a Don Carmelo. Días después el Jaibo mata en precensia de Pedro al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran a la correccional. A partir de este incidente los destinos de Pedro y el Jaibo estarán trágicamente unidos.[2]
La película muestra la vida de los niños de la calle en la Ciudad de México durante los años 50, fue muy criticada e incluso prohibida en nuestro país porque daba un enfoque negativo de la gran ciudad, mostraba el rostro de la pobreza en los barrios suburbanos y ofendió a más de uno dentro de las clases privilegiadas. Sin embargo, ganó el Gran Premio y Mejor Director en el Festival de Cannes de 1951, además de haber arrasado con los Arieles (11 premios y 1 nominación) y obtener otro par de nominaciones en los premios BAFTA, en Gran Bretaña.
La película El espinazo del diablo fue filmada en Navarra, España y de acuerdo con las palabras del director:
No soy español y me moví con pudor para no usurpar la estética que os – ¡”les”!... ¿No que no? – pertenece. Intenté mirar a los edificios, a los colores y a las gentes, como yo lo sueño, como yo los veo. Una España imaginada por mí…[3]
Al parecer es un caso que guarda algunas similitudes con el de Buñuel – lo de la estancia y la visualización de un país –, sólo que Del Toro no está exiliado ni huyendo de la guerra que recrea en su propia película; “la fijación de Guillermo del Toro con la Guerra Civil Española tampoco es un acto político sino una intuición estética”[4], y por lo tanto pasa a formar parte de las monstruosidades que habitan en sus filmes, tal vez haya algo de crítica social anacrónica en la película y para despejarse de todo compromiso con la nación anfitriona resulta bastante astuto desviarla hacia el género fantástico.
Pretender hacer una comparación entre ambas películas – que no la hay –, no impide evidenciar semejanzas de elementos, personajes y argumentos con una de las películas mexicanas mas reconocidas a nivel mundial. Seguro que Del Toro, además de los edificios, los colores y las gentes de España, también miró las películas de Buñuel.
Con la creación de atmósferas tétricas inspiradas en los cuentos sajones[5] y un magistral uso del maquillaje – que más tarde le daría un Oscar[6], con su más reciente película El laberinto del Fauno (2006) –, Guillermo del Toro arma una película del género fantástico que recae en la siempre mórbida y comercial categoría de horror, con un pequeño espectro/zombie llamado Santi (Junio Valverde) que encarna el remordimiento, la sed de venganza y la culpa que persigue al testigo más débil de un asesinato. En Los olvidados el conjunto de estos mismos sentimientos acosan a Pedro de una manera (sur)realista y sutil, productos de una paranoia causada por objetos, frases y pesadillas que aparentemente no tienen relación con el asesinato; al transcurrir de la película la presión aumenta y termina en confesión y señalamiento del culpable.
La similitud de personajes, tanto en apariencia como en comportamiento y función dentro de la historia es visible a través de analogías sin mucho esfuerzo, e incluso en el caso de Jacinto (Eduardo Noriega), con descaro. Los olvidados ahora son los huérfanos, que tal vez no se alberguen en las peligrosas calles de la ciudad de México; sin embargo, el orfanato no cesa de ser un hostil refugio, con peligros por dentro (los adultos, el fantasma y la bomba) y por fuera (la Guerra Civil Española). En este sentido, ambos escenarios comparten una sola característica: el olvido.
Marcos (Daniel Esparza), el niño que fue testigo del asesinato de Santi, comparte su secreto y remordimiento con Carlos (Fernando Tielve) quien es atormentado por las apariciones de Santi en el Espinazo del diablo, al igual que Pedro (Alfonso Mejía) en Los Olvidados quien comparte su secreto a medias con el Cacarizo (Efraín Arauz), el Ojitos (Mario Ramírez) y la sospecha del resto de sus amigos.
Las madres que aparecen en la película, como las de Pedro (Stella Inda) y del Cacarizo (Diana Ochoa), son figuras maternas incompletas, enfermas o con debilidades; la madre del Cacarizo está aquejada por una dolencia que la mantiene postrada en cama y la madre de Pedro se acuesta con el villano Jaibo. En El espinazo del diablo la figura materna se convierte en la directora del orfanato, Carmen (Marisa Paredes), amputada de una pierna, quien se acuesta con el malvado Jacinto.
Don Carmelo (Miguel Inclán), el viejo vagabundo ciego que por momentos se compadece de los niños y que cura con sus remedios caseros a la madre del Cacarizo a quien toca con inocencia libidinosa, a través de todas las metáforas que la ceguera incluye (“El ciego es el que más ve”) se transforma en el doctor Casares (Federico Luppi), personaje plano que intercambia la ceguera por conocimiento, con igual bondad para con los alumnos, sus remedios caseros son el bebedizo del espinazo del diablo y sus conocimientos de anatomía. Casares está perdida y cobardemente enamorado de Carmen, quien le rechaza por viejo.
Otro personaje de Los Olvidados, es la muchachita Meche (Alma Delia Fuentes), desprotegida y medio rebelde, con inocente coquetería y una sensualidad naciente que la hace ser deseada por todos y que sin consentirlo aparentemente cae en los brazos del Jaibo. En El espinazo del diablo, es Conchita (Irene Visedo), la joven que vive también en el colegio – ya toda una mujer en comparación de Meche –, quien mantiene una relación con Jacinto y es objeto de deseo de los otros jóvenes.
Por último, la más clara evidencia, cuando se agotan los recursos del maquillaje, la maldad es siempre la misma: el personaje del Jaibo (Roberto Cobo) en Los Olvidados es un vago abusivo, producto del olvido durante la infancia, que desemboca en un delincuente despiadado, a quien le toca vengarse de él mismo a través de los menores. Éste fue prácticamente recortado y pegado en El espinazo del diablo: la función, la actuación en todos los aspectos y el vestuario de Jacinto (también los dos empiezan con “Ja”, ¿coincidencia o referencia?) interpretado por Eduardo Noriega son iguales. Es tan solo otro olvidado o huérfano que se vuelve contra los más pequeños, reflejo de él mismo durante la infancia que también transcurre en el orfanato de Santa Lucía. Ambos matan a su víctima con un golpe en la cabeza, pero a diferencia del Jaibo, Jacinto no sabe que hubo testigos del asesinato que cometió; sin embargo los hay, el pequeño Marcos escondido detrás de una columna ve como Jacinto asesina y tira al pozo a Santi. Al muchacho que asesina el Jaibo, Julián (Javier Amescua), lo deja tirado entre los matorrales de un terreno baldío. Jacinto al igual que el Jaibo es un ladrón, ambos roban o tienen deseos de hacerlo, uno con el oro que guardan sus patrones, otro con el dinero y objetos de la gente.
El maquillaje argumental y estilístico de El espinazo del diablo se encuentra tan bien arreglado que logró pasar desapercibido a la hora de hacer alguna posible relación con el filme de Buñuel. Ciertamente no es la situación social la carta de presentación de la película, como en el caso de Los Olvidados que desde el título anuncia un drama social; en cambio, el filme de Guillermo del Toro nos anticipa horror desde el título, pero cabe hacer una observación más, no se trata sólo del horror que puedan causar demonios o fantasmas, sino también del horror de la guerra y el abandono: una situación social. Del Toro afirma ser gustoso de la mezcla de géneros: “En “Cronos” como en “El espinazo del Diablo” es la combinación de géneros lo que me atrae.”[7]
La sutileza y complejidad de los personajes de Buñuel, la riqueza visual y psicológica de la película que en México se torna de surrealismo al más crudo realismo, en El espinazo del diablo y los personajes de Del Toro y compañía, se vuelven monstruosas literalmente a través de oscuridades, putrefacciones, amputaciones y demás. No hay más psicología que la que se ve en pantalla, es la inversión de los personajes de Los olvidados conviviendo con los fetiches del director.
[1] Contraportada del DVD (2005). El Espinazo del diablo (2001). Director: Guillermo del Toro. 106 min. España-México. Color. 20th Century Fox Home Entertainment.
[2] Sinopsis tomada de la página oficial del Centenario de Luís Buñuel, Residencia de Estudiantes, Madrid, 2000. www.luisbunuel.org (Fecha de consulta: domingo 13 de mayo de 2007)
[3] Del Toro, Guillermo. Nota del director. Página oficial de la película El espinazo del diablo (www.elespinazodeldiablo.com Fecha de consulta: domingo 13 de mayo de 2007).
[4] Molina Foix, Vicente. Mexican Gothic. Letras libres. Diciembre 2006. Año IX. Nº 96. México.
[5]Molina Foix en su ensayo Mexican Gothic menciona que el autor de Cronos se nutre de ver millones de cuentos ilustrados británicos, de leer a los románticos alemanes más “paranormales” (Jean Paul, Tieck, Hoffmann) y en la Nota del director que hay en la página oficial de la película El espinazo del diablo ( www.elespinazodeldiablo.com Fecha de consulta: domingo 13 de mayo de 2007) Guillermo del Toro dice: Deseaba encontrar las raíces de la historia en los cuentos de terror sajones, en el cuento de fantasmas de cepa gótica: M. R. James, Sheridan Le Fanu, Machen y otros.
[6] Academy Awards 2007, Best Achievement in Makeup para David Martí y Montse Ribé por El laberinto del Fauno.
[7] Del Toro, Guillermo. Nota del director. Página oficial de la película El espinazo del diablo (www.elespinazodeldiablo.com Fecha de consulta: domingo 13 de mayo de 2007).
El espinazo del diablo (2001) del director mexicano Guillermo del Toro es una historia original escrita por el mismo Del Toro, Antonio Trashorras y David Muñoz. De acuerdo con la sinopsis oficial[1], la película narra la siguiente historia:
España, finales de los años 30, Carlos, un niño de 12 años es abandonado por su tutor en el orfanato de Santa Lucía. El colegio esconde a los largo de sus pasillos sombríos, una serie de relaciones viciadas entre los adultos que viven ahí: Carmen la directora, Casares un maduro profesor, Jacinto el agresivo portero y Conchita, una joven maestra.
Desde su primer día en Santa Lucía, ante los aterrorizados ojos de Carlos comenzará a aparecer, una y otra vez, la imagen de un niño cadavérico que tratará persistentemente de comunicarse con él. Carlos no tardará mucho en sospechar que este susurrante espectro infantil de intenciones nada claras es, en realidad, el fantasma de un antiguo alumno, desaparecido hace tiempo en circunstancias misteriosas. Sediento de venganza, el espíritu intentará utilizar al nuevo interno para saldar la sangrienta deuda pendiente con su asesino.
Todas las críticas y reseñas de los medios más importantes a nivel mundial en cuanto a cine se refiere aclaman la película como una gran cinta de horror. Mas tarde, los premios y nominaciones en diversos festivales alrededor del mundo lo reafirmarían. En México la película es bien recibida, tratándose de un compatriota talentoso que ha triunfado en el extranjero. No cabe duda que el género le ayuda en la taquilla y lo demás es historia. Sin embargo, pasa desapercibida la posible adaptación o referencia a una de las grandes películas de todos los tiempos: Los olvidados del cineasta español Luis Buñuel.
El surrealista y director de cine español Luis Buñuel se establece en México (previamente estuvo en Francia y Estados Unidos) en 1946, luego de venir huyendo de los problemas causados por la Guerra Civil Española. Filma Los Olvidados en 1950, escrita por él y Luis Alcoriza, con la colaboración de Max Aub y Pedro de Urdimalas. La sinopsis de la película es la siguiente:
El Jaibo, un adolescente, escapa de la correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Junto con Pedro y otro niño trata de asaltar a Don Carmelo. Días después el Jaibo mata en precensia de Pedro al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran a la correccional. A partir de este incidente los destinos de Pedro y el Jaibo estarán trágicamente unidos.[2]
La película muestra la vida de los niños de la calle en la Ciudad de México durante los años 50, fue muy criticada e incluso prohibida en nuestro país porque daba un enfoque negativo de la gran ciudad, mostraba el rostro de la pobreza en los barrios suburbanos y ofendió a más de uno dentro de las clases privilegiadas. Sin embargo, ganó el Gran Premio y Mejor Director en el Festival de Cannes de 1951, además de haber arrasado con los Arieles (11 premios y 1 nominación) y obtener otro par de nominaciones en los premios BAFTA, en Gran Bretaña.
La película El espinazo del diablo fue filmada en Navarra, España y de acuerdo con las palabras del director:
No soy español y me moví con pudor para no usurpar la estética que os – ¡”les”!... ¿No que no? – pertenece. Intenté mirar a los edificios, a los colores y a las gentes, como yo lo sueño, como yo los veo. Una España imaginada por mí…[3]
Al parecer es un caso que guarda algunas similitudes con el de Buñuel – lo de la estancia y la visualización de un país –, sólo que Del Toro no está exiliado ni huyendo de la guerra que recrea en su propia película; “la fijación de Guillermo del Toro con la Guerra Civil Española tampoco es un acto político sino una intuición estética”[4], y por lo tanto pasa a formar parte de las monstruosidades que habitan en sus filmes, tal vez haya algo de crítica social anacrónica en la película y para despejarse de todo compromiso con la nación anfitriona resulta bastante astuto desviarla hacia el género fantástico.
Pretender hacer una comparación entre ambas películas – que no la hay –, no impide evidenciar semejanzas de elementos, personajes y argumentos con una de las películas mexicanas mas reconocidas a nivel mundial. Seguro que Del Toro, además de los edificios, los colores y las gentes de España, también miró las películas de Buñuel.
Con la creación de atmósferas tétricas inspiradas en los cuentos sajones[5] y un magistral uso del maquillaje – que más tarde le daría un Oscar[6], con su más reciente película El laberinto del Fauno (2006) –, Guillermo del Toro arma una película del género fantástico que recae en la siempre mórbida y comercial categoría de horror, con un pequeño espectro/zombie llamado Santi (Junio Valverde) que encarna el remordimiento, la sed de venganza y la culpa que persigue al testigo más débil de un asesinato. En Los olvidados el conjunto de estos mismos sentimientos acosan a Pedro de una manera (sur)realista y sutil, productos de una paranoia causada por objetos, frases y pesadillas que aparentemente no tienen relación con el asesinato; al transcurrir de la película la presión aumenta y termina en confesión y señalamiento del culpable.
La similitud de personajes, tanto en apariencia como en comportamiento y función dentro de la historia es visible a través de analogías sin mucho esfuerzo, e incluso en el caso de Jacinto (Eduardo Noriega), con descaro. Los olvidados ahora son los huérfanos, que tal vez no se alberguen en las peligrosas calles de la ciudad de México; sin embargo, el orfanato no cesa de ser un hostil refugio, con peligros por dentro (los adultos, el fantasma y la bomba) y por fuera (la Guerra Civil Española). En este sentido, ambos escenarios comparten una sola característica: el olvido.
Marcos (Daniel Esparza), el niño que fue testigo del asesinato de Santi, comparte su secreto y remordimiento con Carlos (Fernando Tielve) quien es atormentado por las apariciones de Santi en el Espinazo del diablo, al igual que Pedro (Alfonso Mejía) en Los Olvidados quien comparte su secreto a medias con el Cacarizo (Efraín Arauz), el Ojitos (Mario Ramírez) y la sospecha del resto de sus amigos.
Las madres que aparecen en la película, como las de Pedro (Stella Inda) y del Cacarizo (Diana Ochoa), son figuras maternas incompletas, enfermas o con debilidades; la madre del Cacarizo está aquejada por una dolencia que la mantiene postrada en cama y la madre de Pedro se acuesta con el villano Jaibo. En El espinazo del diablo la figura materna se convierte en la directora del orfanato, Carmen (Marisa Paredes), amputada de una pierna, quien se acuesta con el malvado Jacinto.
Don Carmelo (Miguel Inclán), el viejo vagabundo ciego que por momentos se compadece de los niños y que cura con sus remedios caseros a la madre del Cacarizo a quien toca con inocencia libidinosa, a través de todas las metáforas que la ceguera incluye (“El ciego es el que más ve”) se transforma en el doctor Casares (Federico Luppi), personaje plano que intercambia la ceguera por conocimiento, con igual bondad para con los alumnos, sus remedios caseros son el bebedizo del espinazo del diablo y sus conocimientos de anatomía. Casares está perdida y cobardemente enamorado de Carmen, quien le rechaza por viejo.
Otro personaje de Los Olvidados, es la muchachita Meche (Alma Delia Fuentes), desprotegida y medio rebelde, con inocente coquetería y una sensualidad naciente que la hace ser deseada por todos y que sin consentirlo aparentemente cae en los brazos del Jaibo. En El espinazo del diablo, es Conchita (Irene Visedo), la joven que vive también en el colegio – ya toda una mujer en comparación de Meche –, quien mantiene una relación con Jacinto y es objeto de deseo de los otros jóvenes.
Por último, la más clara evidencia, cuando se agotan los recursos del maquillaje, la maldad es siempre la misma: el personaje del Jaibo (Roberto Cobo) en Los Olvidados es un vago abusivo, producto del olvido durante la infancia, que desemboca en un delincuente despiadado, a quien le toca vengarse de él mismo a través de los menores. Éste fue prácticamente recortado y pegado en El espinazo del diablo: la función, la actuación en todos los aspectos y el vestuario de Jacinto (también los dos empiezan con “Ja”, ¿coincidencia o referencia?) interpretado por Eduardo Noriega son iguales. Es tan solo otro olvidado o huérfano que se vuelve contra los más pequeños, reflejo de él mismo durante la infancia que también transcurre en el orfanato de Santa Lucía. Ambos matan a su víctima con un golpe en la cabeza, pero a diferencia del Jaibo, Jacinto no sabe que hubo testigos del asesinato que cometió; sin embargo los hay, el pequeño Marcos escondido detrás de una columna ve como Jacinto asesina y tira al pozo a Santi. Al muchacho que asesina el Jaibo, Julián (Javier Amescua), lo deja tirado entre los matorrales de un terreno baldío. Jacinto al igual que el Jaibo es un ladrón, ambos roban o tienen deseos de hacerlo, uno con el oro que guardan sus patrones, otro con el dinero y objetos de la gente.
El maquillaje argumental y estilístico de El espinazo del diablo se encuentra tan bien arreglado que logró pasar desapercibido a la hora de hacer alguna posible relación con el filme de Buñuel. Ciertamente no es la situación social la carta de presentación de la película, como en el caso de Los Olvidados que desde el título anuncia un drama social; en cambio, el filme de Guillermo del Toro nos anticipa horror desde el título, pero cabe hacer una observación más, no se trata sólo del horror que puedan causar demonios o fantasmas, sino también del horror de la guerra y el abandono: una situación social. Del Toro afirma ser gustoso de la mezcla de géneros: “En “Cronos” como en “El espinazo del Diablo” es la combinación de géneros lo que me atrae.”[7]
La sutileza y complejidad de los personajes de Buñuel, la riqueza visual y psicológica de la película que en México se torna de surrealismo al más crudo realismo, en El espinazo del diablo y los personajes de Del Toro y compañía, se vuelven monstruosas literalmente a través de oscuridades, putrefacciones, amputaciones y demás. No hay más psicología que la que se ve en pantalla, es la inversión de los personajes de Los olvidados conviviendo con los fetiches del director.
[1] Contraportada del DVD (2005). El Espinazo del diablo (2001). Director: Guillermo del Toro. 106 min. España-México. Color. 20th Century Fox Home Entertainment.
[2] Sinopsis tomada de la página oficial del Centenario de Luís Buñuel, Residencia de Estudiantes, Madrid, 2000. www.luisbunuel.org (Fecha de consulta: domingo 13 de mayo de 2007)
[3] Del Toro, Guillermo. Nota del director. Página oficial de la película El espinazo del diablo (www.elespinazodeldiablo.com Fecha de consulta: domingo 13 de mayo de 2007).
[4] Molina Foix, Vicente. Mexican Gothic. Letras libres. Diciembre 2006. Año IX. Nº 96. México.
[5]Molina Foix en su ensayo Mexican Gothic menciona que el autor de Cronos se nutre de ver millones de cuentos ilustrados británicos, de leer a los románticos alemanes más “paranormales” (Jean Paul, Tieck, Hoffmann) y en la Nota del director que hay en la página oficial de la película El espinazo del diablo ( www.elespinazodeldiablo.com Fecha de consulta: domingo 13 de mayo de 2007) Guillermo del Toro dice: Deseaba encontrar las raíces de la historia en los cuentos de terror sajones, en el cuento de fantasmas de cepa gótica: M. R. James, Sheridan Le Fanu, Machen y otros.
[6] Academy Awards 2007, Best Achievement in Makeup para David Martí y Montse Ribé por El laberinto del Fauno.
[7] Del Toro, Guillermo. Nota del director. Página oficial de la película El espinazo del diablo (www.elespinazodeldiablo.com Fecha de consulta: domingo 13 de mayo de 2007).
Puedes escribir a Lina Vargas a su e-mail: linaenator@gmail.com
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