A Marielkis y la isla
Me voy a conseguir una pintora y guardaré sus cuadros y sus lienzos, sus manos dibujando al temple. Le pediré que plasme la desnudez del mundo, las hojas secas de las calles, si un día se mezclan nuestras muertes, un azul distinto si el cielo nos aplasta, que guarde el primer beso al óleo, la bofetada, la familia y todas sus corrientes, la hora oscura de los féretros en la casa, que guarde en líneas difuminadas si un día le digo soy el contraluz del día más feliz y la mentira y la verdad y que me escapo y es mío su cuerpo y la galaxia exageradamente como el hielo de la lamina fría, la erosión del color en su loneta blanca.
Me voy a conseguir una pintora, que haga acuarelas sobre viejos y paisajes y use la resina para enfatizar su lado más oscuro, su traición más honorable, su ternura menos vista, que pinte la luna de memoria y emplee el carboncillo para todos los recuerdos y la ausencia, que pinte y bese como si nada fuera, nada existiera, sólo la tela y los tejidos, como si de crear sobre nada y hacer el amor únicamente la vida se tratara.
Me voy a conseguir una pintora, que me mire con ojos diferentes a las que escriben tanto, que no me diga nada sobre la lumbre y la dibuje en otros tonos de rojos con los que yo soy torpe, que no me diga escritor tan lánguidamente o amigo o amante o algo de una noche, que me pinte sin nombre y sin poema, sin los ojos que asustan, sin todos los fantasmas y collares, que incluya en técnica mixta esta tristeza sin motivo hecha de agua, hebras, haches mudas, amores de bolsillo, fuegos abiertos.
1 comentario:
me has salvado la tarde con este escrito, tienes una forma tan tierna y poderosa de decir las cosas.
Judith
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